viernes, 1 de mayo de 2009

FELIZ 117 AÑOS


1° DE MAYO DE 2009, SALUD ABBOTT.


miércoles, 29 de abril de 2009

De mañanas y pajaros - Cuarta parte

















Cambiamos la yerba a la calabacita, un poco de azucar (muy a mi pesar) y arrancamos la espera.


El sol comenzó a subir, alumbraba y el muro de Ecualiptos nos hacian la sombra que necesitabamos para no sufrir del calor.


Cómodos en el auto, espiando por el parabrisas como si fuera una pantalla de cine los primeros jilgueros empezaron a aparecer. Mucha actividad pues a esa hora es el momento de la primer comida del día, nuestros llamadores funcionaban, los espejos de agua dentro de las tramperas deberían llamar la atención y el alpiste con mijo harían el resto del trabajo; nosotros, solo esperar y disfrutar.


Ver un macho curiosear en un jaulín y nuestro llamador comenzando la provocación a modo de generar una riña, que se me ocurre, despareja, nos sacó de la mateada. El llamador era hábil, proponía lucha a un costado, luego por debajo de la trampera, a otro costado, con un giro; siempre graznando y abriendo sus alas.


Luego de un tiempo llegó el turno de llevar la riña al techo del jaulín y allí fue el curioso, observó que además de un prepotente dentro de la jaula también se observaba un brillo, un resplandor; era el agua. Supongo que habrá tenido a la vista el semillerío pues fue un imán.


Primero picoteó desde el borde de la trampera, cuando el llamador dejó de actuar el jilguero ya se había olvidado de la riña, de pronto hubo confianza, se sentía, se percibía.


Un salto era necesario, solo un salto y la trampa se accionaría; en el auto expectantes, no podíamos creer la suerte de poder contemplar esas escenas, pero más aún de tener una primera presa con los primeros rayos del sol. No obstante algo debería suceder, la suerte no suele estar tan de nuestro lado.


Sucedió.


En el instante en que el jilguero estaba al caer, una hembra se posó sobre el alambre a un costado del jaulín, increíbñe, de pronto nuestra atención se fue sobre la inoporutna amiga que nos venía a quitar el final de la primer escena y tal cual supusimos, lo cambió.


El macho al instante dejó de comer, observó, como si supiese que estabamos ahi vigilando, y se fue.


Otro mate y a esperar.


Bandadas, mucha pichonada, mucho revuelo; esta parecía una mañana que nos iba a traer muchas imágenes, y lo fué.


Desconocemos si era el mismo pájaro, de pronto un macho de jilguero se volvió sobre el mismo jaulín y una vez más el mate quedó en segundo plano, no hubo riña, no se había producido un llamado previo de nuestro cebo, simplemente se posó sobre el borde de la trampera, observó y comenzó a alimentarse, un paso, CLACK!


Nos latió el corazón a paso vivo, sin imaginarlo, había caido el primero.


- Andá apurate, dale. Oí hablar al Tio.


- No, no no, esperá mirá. Me frenó


Efectivamente, ese jilguero debería ser el mismo que vimos antes, increiblemente, de pronto una hembra se posó en la tapa de la trampera como si estuviera reprochándole al macho su temerario accionar.


No nos interesaban las hembras, por eso fui hasta la trampera, la espanté y con mucho cuidado abrí la tapa, tomé al pajaro, acomodé el agua, recargué de semillas el pote y pegué la vuelta al auto.


El Tio con los ojos brillosos observaba al "amarillo", era precioso.


CLACK!


Antes de guardar el primero en la ratonera, ya teníamos otro amigo entramperado.


(continuará)

martes, 28 de abril de 2009

De mañanas y pajaros - Tercera parte



Por costumbre, por gusto o solo por compartir.

El desayuno que elegimos para calentar el cuerpo fue compartir una mateada, ahi estaba la calabacita, yerba (nada de azucar) y el termo que venia lleno de agua como pa' pelar chanchos, nada importaba solo esperar unos minutos mateando antes que aclare.

- Che, quien es el diabético? Sentenció El Tio.

No hizo falta ningún comentario más para entender que los verdes los ibamos a tomar dulces.

Asi empezamos y en cinco minutos ya estabamos mano a mano con los mates y mi compañero dándome los ultimos consejos acerca de la estrategia de colocación de tramperitas que deberíamos adpotar.

Estabamos a 15 minutos del amanecer, era tiempo de comenzar la acción, más tarde repetiríamos una ronda nueva de mates.

El auto estaba acomodado debajo del interminable monte de Eucaliptus que sabiamos donde comenzaba pero recién en el horizonte tenía fin (alguna vez ibamos a ver hasta dónde llegaba); cruzando la ruta de tierra y teniendo a la vista "El Arbolito" se extendía el necesario alambrado con sus postes.

Estratégico, El Tio, me apuraba en las últimas indicaciones:

- Un corbatita

- Un cabecita

- Un jilguerito

- Dales por lo menos un poste de distancia a cada uno asi no se mezclan los llamados.

Lindos cebos teniamos, El Colo conoce del arte de la caza con jaulitas, eran todos llamadores; todos. Siguiendo sus indicaciones crucé la ruta y enfilé a la banquina, clavos y martillo en mano encaré cada poste, clavada y colgada, una vez que todo estuvo bien organizado, todavía era de noche, fui en busca del bidón de agua y del tarro con alpiste y mijo mezclado.

Seguía sin aclarar, todavía la camperita me era útil, pero más lo eran los pantalones largos de gimnasia que evitaban que los cardos me piquen las piernas.

- Dale apurate, dale que va a amancer. Desesperaba El Tio.

Así cumplí con el ritual, una a una a las tramperitas les levanté la trampa y las cargué con semillas y un poco de agua para hacer más tentador el lugar ante la atracción que producían los llamadores.

Cumplido mi rol, en el auto esperaba la segunda ronda de mates.

(continuará)

lunes, 27 de abril de 2009

De mañanas y pajaros - Segunda parte


No aclaraba aún, la idea siempre era ver cuando el sol aparecía.


Heló en la noche, pero despejado el cielo nos daba la idea que el abrigo iba a sobrar en cuanto se sintieran los primero rayos de calor.


Seguiamos yendo en dirección a San Miguel del Monte por aquel camino de tierra hasta que al fin vimos ese alambrado en chanfle tan particular que se perdía en sentido hacia la ruta tres a nuestra izquierda.


- Ahí es el molino; dijo el Tio.


Un molino que se encuentra dentro de aquel campo y al que en el tiempo en el que su salud se lo permitía el se arrimaba con sus tramperitas y aprovechaba para disfrutar de una jornada que además de fructífera en cuanto a la caza, lo era por la soledad y tranquilidad de aquel llano. Hoy es distinto, vamos a cazar a "El Molino", pero sin llegar a el, tan solo desde la ruta.


Ese almabrado pareciera el límite natural que se observa en Punta Rasa donde la salitrosa agua de mar jamás se mezcla con la del rio contenido en la Bahía de Sanbormbón formando una exacta linea fronteriza. A la vista el recorrido no nos trae muchos arboles, pero luego de ese alambrado, comienza nuestro lugar preferido, ese interminable monte de Alamos, altísimos, muy altos.


Una hilera interminable, una arboleda muy aromática y sonora.


Seguimos en el mismo sentido, llegamos hasta el pequeño entubado, lo pasamos y ahi a nuestra derecha esta "el arbol". Un lugar que siempre nos rinde, unico especímen que se observa a la margen derecha, enfrentando al gran muro de Alamos que tenemos a mano izquierda.


Es de noche todavía, esta fresco, es hora de preparar el mate.


(continuará)