miércoles, 29 de abril de 2009

De mañanas y pajaros - Cuarta parte

















Cambiamos la yerba a la calabacita, un poco de azucar (muy a mi pesar) y arrancamos la espera.


El sol comenzó a subir, alumbraba y el muro de Ecualiptos nos hacian la sombra que necesitabamos para no sufrir del calor.


Cómodos en el auto, espiando por el parabrisas como si fuera una pantalla de cine los primeros jilgueros empezaron a aparecer. Mucha actividad pues a esa hora es el momento de la primer comida del día, nuestros llamadores funcionaban, los espejos de agua dentro de las tramperas deberían llamar la atención y el alpiste con mijo harían el resto del trabajo; nosotros, solo esperar y disfrutar.


Ver un macho curiosear en un jaulín y nuestro llamador comenzando la provocación a modo de generar una riña, que se me ocurre, despareja, nos sacó de la mateada. El llamador era hábil, proponía lucha a un costado, luego por debajo de la trampera, a otro costado, con un giro; siempre graznando y abriendo sus alas.


Luego de un tiempo llegó el turno de llevar la riña al techo del jaulín y allí fue el curioso, observó que además de un prepotente dentro de la jaula también se observaba un brillo, un resplandor; era el agua. Supongo que habrá tenido a la vista el semillerío pues fue un imán.


Primero picoteó desde el borde de la trampera, cuando el llamador dejó de actuar el jilguero ya se había olvidado de la riña, de pronto hubo confianza, se sentía, se percibía.


Un salto era necesario, solo un salto y la trampa se accionaría; en el auto expectantes, no podíamos creer la suerte de poder contemplar esas escenas, pero más aún de tener una primera presa con los primeros rayos del sol. No obstante algo debería suceder, la suerte no suele estar tan de nuestro lado.


Sucedió.


En el instante en que el jilguero estaba al caer, una hembra se posó sobre el alambre a un costado del jaulín, increíbñe, de pronto nuestra atención se fue sobre la inoporutna amiga que nos venía a quitar el final de la primer escena y tal cual supusimos, lo cambió.


El macho al instante dejó de comer, observó, como si supiese que estabamos ahi vigilando, y se fue.


Otro mate y a esperar.


Bandadas, mucha pichonada, mucho revuelo; esta parecía una mañana que nos iba a traer muchas imágenes, y lo fué.


Desconocemos si era el mismo pájaro, de pronto un macho de jilguero se volvió sobre el mismo jaulín y una vez más el mate quedó en segundo plano, no hubo riña, no se había producido un llamado previo de nuestro cebo, simplemente se posó sobre el borde de la trampera, observó y comenzó a alimentarse, un paso, CLACK!


Nos latió el corazón a paso vivo, sin imaginarlo, había caido el primero.


- Andá apurate, dale. Oí hablar al Tio.


- No, no no, esperá mirá. Me frenó


Efectivamente, ese jilguero debería ser el mismo que vimos antes, increiblemente, de pronto una hembra se posó en la tapa de la trampera como si estuviera reprochándole al macho su temerario accionar.


No nos interesaban las hembras, por eso fui hasta la trampera, la espanté y con mucho cuidado abrí la tapa, tomé al pajaro, acomodé el agua, recargué de semillas el pote y pegué la vuelta al auto.


El Tio con los ojos brillosos observaba al "amarillo", era precioso.


CLACK!


Antes de guardar el primero en la ratonera, ya teníamos otro amigo entramperado.


(continuará)

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